La frase de la semana.


“Por el momento, los mordisqueo”.;General Joseph Joffre

Facsímil del artículo en Le Journal. 
Bajo el título “Una palabra de nuestro generalísimo”, la edición del periódico  Le Journal del 29 de septiembre de 1914, publicó un artículo que comentaba lo ocurrido durante un almuerzo en el cuartel del Estado Mayor General del ejército francés, del que el entonces general Joseph Joffre era comandante. “Uno de los invitados”, decía el cronista, “trató de obtener del general Joffre alguna información sobre sus intenciones estratégicas. El vencedor del Marne se limitó a sonreír y con un tono lleno de plácida bonhomía, murmuró: Por el momento, los mordisqueo”. Ya en ese entonces, la “carrera hacia el mar” de aliados y alemanes estaba concluyendo sin que ninguno de los adversarios lograra el codiciado envolvimiento que podría concluir con la guerra. Poco a poco se fueron enterrando en las trincheras, de las que no saldrían hasta la primavera de 1918. Hasta entonces, se fueron sucediendo ataques tan inútiles como sangrientos. Joffre, con su metáfora del “mordisqueo” quiso expresar la que sería su táctica de desgaste del ejército alemán, con fuertes y repetidos ataques ("mordiscos…"), muchas veces en diferentes sectores simultáneamente. Dado que esos ataques implicaban enormes bajas para uno y otro bando, provocaron fuertes críticas. Así, Abel Ferry, joven parlamentario y subsecretario de Estado de Relaciones Exteriores, calificó a esta táctica de “monstruosa” en una carta que remitió desde el frente en mayo de 1915, donde insistió en luchar pese a su cargo. Raymond y Jean-Pierre Cartier, con singular dureza, dijeron: “a la guerra de movimiento, siguió la de trincheras. A las grandes maniobras estratégicas, el “mordisqueo”. Así se instaló una guerra imbécil, horrorosamente monótona, hecha de ofensivas condenadas al fracaso desde antes mismo de ser lanzadas. Jamás, en el curso de toda la historia de la humanidad, los generales habían sido tan pródigos con la sangre de sus soldados…”. Liddell Hart, por su parte, también dio su mordaz opinión: “…las primeras tentativas de Joffre por cierto no fueron más eficaces que el mordisqueo de una caja fuerte de acero por un ratón”. Tal vez ha sido Winston Churchill quien juzgó la cuestión con sintética crudeza: “el método del desgaste funcionó, pero fue en nuestras filas donde sobre todo se hicieron sentir sus estragos”

¿Fue tan grande el equívoco de Joffre? El historiador Spencer Tucker señala que era políticamente imposible para cualquier comandante francés permanecer a la defensiva con un décimo del territorio nacional ocupado, que incluía núcleos industriales importantes y vastos sectores de la población desplazados. También recuerda que Joffre, más tarde, justificó estas acciones en la necesidad de sacarle presión a Rusia en el Frente Oriental, al tiempo que se materializaba la entrada en la guerra de Italia en el bando aliado. Como fuere, quienes lo sucedieron en el mando, no intentaron otra modalidad de lucha que la iniciada con el “mordisqueo” de Joffre, sin mejores resultados y con peores bajas.
© Rubén A. Barreiro 2015
La frase de la semana.


“He perdido algo de mi respeto por Napoleón, cuando aprendí el significado de luchar en una guerra de coalición.” Atribuida al Mariscal Ferdinand Foch, aunque su verdadero autor sería el General Maurice Sarrail.


Joffre, Poincaré, Jorge V , Foch, Haig
En principio, y como lo expresó Clausewitz, “las coaliciones son el medio apropiado para resistir a un poder superior…¿Qué hay mejor que ellas?”. Por su parte Jomini decía que “aunque un gran estado muy probablemente triunfará contra dos estados débiles aliados, aun así su alianza es más fuerte que si estuvieran separados”. Sin embargo, en la práctica las coaliciones han presentado grandes problemas. Al propio Napoleón se le adjudica aquello de que “es mejor luchar contra países aliados, que ser uno de ellos”

Tales problemas afloraron en la coalición franco-británica durante la Gran Guerra, reflejados por la frase transcripta (también atribuida al General Henri Pétain). Sólo frente al peligro mortal que significó la Kaisershlacht, la gran ofensiva alemana de la primavera de 1918, último y desesperado intento germano para quebrar a los aliados, los gobiernos británico y francés decidieron confiar al entonces General Ferdinand Foch la “coordinación” de los “ejércitos aliados en el frente occidental”. En el instrumento firmado el 26 de marzo de 1918, en Doullens (ciudad que en ese momento era amenazada por el avance alemán), se expresa que, para realizar su cometido (“à cet effet”), “se entenderá con los generales en jefe que son invitados a facilitarle todas las informaciones necesarias”. Esta fórmula, considerada “imprecisa y endeble”, quedaría reforzada el 3 de abril siguiente, con la participación de los Estados Unidos, cuando se confía a Foch “la dirección estratégica de las operaciones militares”, asumiendo la conducción táctica cada uno de los comandantes en jefe, pero con una especial disposición: “los comandantes en jefe de los ejércitos británico, francés y estadounidense ejercerán plenamente la conducción táctica de sus ejército. [Cada uno de ellos] tendrá derecho a reclamar a su gobierno si, en opinión, su ejército se encuentra en peligro por cualquier instrucción recibida del General Foch”. El 14 de mayo de 1918 Foch fue nombrado Comandante en Jefe de los ejércitos aliados en Francia, conduciéndolos a la victoria en noviembre de ese año. 

Probablemente, si esa imprescindible unidad de comando se hubiera dado antes de que transcurrieran tres años y medio de sistemática e inútil matanza, la guerra podría haber concluido mucho antes y con muchas menos bajas. Foch condujo sus nuevas funciones con mucho tacto y persuasión, afrontando personalidades tan fuertes como las de Pershing y Haig. Quien por cierto le dio más problemas fue, paradojalmente, su compatriota Pétain. Pero en tal caso, el tacto y la persuasión fueron sustituidos de la forma en que se conducen las relaciones entre un superior y un subordinado…
© Rubén A. Barreiro 2015