La frase de la semana.
“He perdido algo de mi respeto por Napoleón, cuando aprendí el significado de luchar en una guerra de coalición.” Atribuida al Mariscal Ferdinand Foch, aunque su verdadero autor sería el General Maurice Sarrail.
En principio, y como lo expresó Clausewitz, “las coaliciones son el medio apropiado para resistir a un poder superior…¿Qué hay mejor que ellas?”. Por su parte Jomini decía que “aunque un gran estado muy probablemente triunfará contra dos estados débiles aliados, aun así su alianza es más fuerte que si estuvieran separados”. Sin embargo, en la práctica las coaliciones han presentado grandes problemas. Al propio Napoleón se le adjudica aquello de que “es mejor luchar contra países aliados, que ser uno de ellos”.
Tales problemas afloraron en la coalición franco-británica durante la Gran Guerra, reflejados por la frase transcripta (también atribuida al General Henri Pétain). Sólo frente al peligro mortal que significó la Kaisershlacht, la gran ofensiva alemana de la primavera de 1918, último y desesperado intento germano para quebrar a los aliados, los gobiernos británico y francés decidieron confiar al entonces General Ferdinand Foch la “coordinación” de los “ejércitos aliados en el frente occidental”. En el instrumento firmado el 26 de marzo de 1918, en Doullens (ciudad que en ese momento era amenazada por el avance alemán), se expresa que, para realizar su cometido (“à cet effet”), “se entenderá con los generales en jefe que son invitados a facilitarle todas las informaciones necesarias”. Esta fórmula, considerada “imprecisa y endeble”, quedaría reforzada el 3 de abril siguiente, con la participación de los Estados Unidos, cuando se confía a Foch “la dirección estratégica de las operaciones militares”, asumiendo la conducción táctica cada uno de los comandantes en jefe, pero con una especial disposición: “los comandantes en jefe de los ejércitos británico, francés y estadounidense ejercerán plenamente la conducción táctica de sus ejército. [Cada uno de ellos] tendrá derecho a reclamar a su gobierno si, en opinión, su ejército se encuentra en peligro por cualquier instrucción recibida del General Foch”. El 14 de mayo de 1918 Foch fue nombrado Comandante en Jefe de los ejércitos aliados en Francia, conduciéndolos a la victoria en noviembre de ese año.
Probablemente, si esa imprescindible unidad de comando se hubiera dado antes de que transcurrieran tres años y medio de sistemática e inútil matanza, la guerra podría haber concluido mucho antes y con muchas menos bajas. Foch condujo sus nuevas funciones con mucho tacto y persuasión, afrontando personalidades tan fuertes como las de Pershing y Haig. Quien por cierto le dio más problemas fue, paradojalmente, su compatriota Pétain. Pero en tal caso, el tacto y la persuasión fueron sustituidos de la forma en que se conducen las relaciones entre un superior y un subordinado…
Joffre, Poincaré, Jorge V , Foch, Haig |
Tales problemas afloraron en la coalición franco-británica durante la Gran Guerra, reflejados por la frase transcripta (también atribuida al General Henri Pétain). Sólo frente al peligro mortal que significó la Kaisershlacht, la gran ofensiva alemana de la primavera de 1918, último y desesperado intento germano para quebrar a los aliados, los gobiernos británico y francés decidieron confiar al entonces General Ferdinand Foch la “coordinación” de los “ejércitos aliados en el frente occidental”. En el instrumento firmado el 26 de marzo de 1918, en Doullens (ciudad que en ese momento era amenazada por el avance alemán), se expresa que, para realizar su cometido (“à cet effet”), “se entenderá con los generales en jefe que son invitados a facilitarle todas las informaciones necesarias”. Esta fórmula, considerada “imprecisa y endeble”, quedaría reforzada el 3 de abril siguiente, con la participación de los Estados Unidos, cuando se confía a Foch “la dirección estratégica de las operaciones militares”, asumiendo la conducción táctica cada uno de los comandantes en jefe, pero con una especial disposición: “los comandantes en jefe de los ejércitos británico, francés y estadounidense ejercerán plenamente la conducción táctica de sus ejército. [Cada uno de ellos] tendrá derecho a reclamar a su gobierno si, en opinión, su ejército se encuentra en peligro por cualquier instrucción recibida del General Foch”. El 14 de mayo de 1918 Foch fue nombrado Comandante en Jefe de los ejércitos aliados en Francia, conduciéndolos a la victoria en noviembre de ese año.
Probablemente, si esa imprescindible unidad de comando se hubiera dado antes de que transcurrieran tres años y medio de sistemática e inútil matanza, la guerra podría haber concluido mucho antes y con muchas menos bajas. Foch condujo sus nuevas funciones con mucho tacto y persuasión, afrontando personalidades tan fuertes como las de Pershing y Haig. Quien por cierto le dio más problemas fue, paradojalmente, su compatriota Pétain. Pero en tal caso, el tacto y la persuasión fueron sustituidos de la forma en que se conducen las relaciones entre un superior y un subordinado…
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