El Pensamiento Militar

E
l Pensamiento Militar es tan antiguo como la guerra misma aunque no tengamos registro documental alguno debido a que la escritura es un desarrollo muy posterior al momento en que nuestros antepasados comenzaron a resolver sus problemas de supervivencia grupal a través de la violencia. Esta circunstancia nos impide rastrear, al menos con certeza, sus orígenes aunque encontramos indicios que denuncian su existencia en las mitologías antiguas, canciones guerreras, zagas heroicas y fragmentos de historias orales recogidas a partir de la escritura.
Los relatos del “Poema de Gilgamesh”, la “Ilíada” de Homero y algunos pasajes del “Antiguo Testamento” que recogen historias muy anteriores a su composición rescatan para nosotros los rastros muy antiguos de la existencia de Pensamiento Militar.
No obstante tratarse de documentos “reveladores y estimulantes,…no son substitutos de una teoría (pensamiento) militar”.[1] La simple aparición de la escritura no nos pone frente al pensamiento militar, sino que nos permite sospechar de su presencia; lo que debemos buscar son actos deliberados de construcción específica de pensamiento militar, en razón que todo pensamiento auténtico es un acto intencional y voluntario. Por fortuna tales esfuerzos se hallan registrados debidamente en documentos de diversa índole y disponibles para su revisión.

Disponiendo de instrumentos que permiten realizar un estudio científico del pensamiento militar antes de practicarlo es conveniente tratar de conceptualizarlo y establecer su relevancia con relación a la teoría y doctrina militares.

En términos generales “Pensamiento” es toda actividad de la mente humana que adquiere existencia por su manifestación exterior ya sea como producto intelectual material, abstracto, racional, creativo, artístico, científico, etc. Así como el pensamiento puede relacionarse con la resolución de problemas actuales produciendo resultados materiales, también puede verse como un proceso de preparación para responder a problemas futuros proveyendo soluciones que de momento resultan abstractas en tanto no tienen aplicación inmediata.

Si bien el pensamiento se reconoce como la formación de ideas en la mente, lo que concreta esas ideas es su exteriorización a través de la función del lenguaje que expresa esas ideas de manera oral o escrita para su comunicación a otros seres humanos. Pero a su vez el lenguaje faculta la construcción de ideas basadas en abstracciones -conceptos-, lo que expande los límites del pensamiento más allá de las imágenes concretas sobre la realidad. De allí que el manejo de un lenguaje extenso y lleno de matices facilita y mejora el logro de un pensamiento de calidad superior.

La calidad del pensamiento es fundamental para la conceptualización de nuestra experiencia y la realidad que nos rodea; la mayor o menor calidad manifiesta una mejor o peor interpretación del mundo real. A partir de esa interpretación nuestro pensamiento se desarrolla y nos permite aprender.

Finalmente el pensamiento responde a una motivación nacida del interior de quien piensa o surgida de las circunstancias de la realidad externa, o ambas en coincidencia; los estímulos pueden ser variados de orden social, cultural, político, etc. Todos demandan con distinto grado de inmediatez e importancia una respuesta pensada que satisfaga la necesidad que la situación manifiesta.

El Pensamiento Militar puede conceptualizarse como la actividad de la mente humana nacida de la necesidad de responder a una motivación generada por un problema o circunstancia de índole militar mediante la exteriorización de un resultado concreto o abstracto a través del empleo de un lenguaje específico. El carácter de abstracto, concreto, creativo, racional o artístico dependerá de la necesidad que se plantee.

De esta conceptualización podemos destacar:

a)    Que lo Militar es una actividad humana sujeta primariamente a una construcción intelectual.
b)    Que las motivaciones o necesidades militares pueden ser actuales o futuras lo que indica que el Pensamiento Militar es un proceso permanente.
c)    Que el lenguaje específico determinará la calidad del Pensamiento Militar en cuanto a la manifestación de teorías e ideas que sirvan a la producción de mejores soluciones militares. Ello requiere un permanente refinamiento y expansión del lenguaje que permita mejores interpretaciones de la realidad.
d)    El carácter del producto del pensamiento si bien depende de la necesidad no debe ser interpretado como de una sola categoría sino que será una combinación de varias.

Aceptada esta conceptualización nos veremos obligados a admitir que abordar el pensamiento militar exige de un conocimiento histórico y técnico del mismo que no puede soslayarse ni substituirse con ninguna cosa. No existe un pensamiento militar por generación espontánea ni sin antecedente alguno, por lo que el aprendizaje del pensamiento militar es necesario a la creación y desarrollo de nuevas etapas de ese mismo pensamiento. Está en la esencia de la profesión militar la conservación y potenciación de ese desarrollo. Es en razón de esa importancia que estudiamos el pensamiento militar.

Como dijimos al principio el pensamiento militar es recíproco al origen de la guerra, ambos nacieron al mismo momento al igual que sucedió con otras actividades humanas. Deberíamos preguntarnos por qué el pensamiento militar aparece con una categoría propia. Una respuesta posible y aceptable es que trata sobre una actividad que adquirió desde antiguo una calidad profesional, pero esta afirmación resulta insuficiente, pues ello lleva a preguntarse si era necesaria tal categoría, o por qué no bastaba una capacidad artesanal o simplemente técnica. La respuesta está en la compresión del fenómeno dentro del cual esa profesión se desarrolla: la Guerra.

La guerra es un fenómeno humano con características propias y únicas pero que afecta a toda la sociedad en la que se manifiesta sin dejar de perturbar ninguna de sus partes integrantes. Tiene manifestaciones centralmente bélicas pero atañe a la economía, la política, la vida diaria de la gente y su cultura toda. Aunque única en sí misma esta subsumida en la vida de la humanidad. Eso la establece como una preocupación esencial para el hombre, y por los resultados que acarrea -la supervivencia o la extinción-, manifiesta una motivación permanente de respuesta para contenerla o para resolverla. De allí la importancia de su teorización e intelectualización.

El desarrollo del pensamiento militar resultó una prioridad desde el inicio de los tiempos por la gravedad del problema que trataba, lo que también explica que aún antes de la escritura se manifestase en las culturas más primitivas. Con la aparición de la escritura las ideas sobre lo militar pudieron fijarse, analizarse, perfeccionarse, transmitirse y finalmente convertirse en teorías militares.

Estas teorías militares son la nutriente principal de las ideas acerca de cómo hacer la guerra. En este sentido una teoría racional de la guerra es lo que funda y justifica una doctrina; una doctrina que no afirma su concepto de guerra resulta inútil[2]. Así resulta evidente una articulación irrevocable entre pensamiento militar, teoría militar y doctrina militar, expresados aquí en una relación de prelación jerárquica. Esta trinidad aporta los elementos básicos de una decisión militar: la construcción intelectual del campo de batalla y el esclarecimiento razonado de los elementos de ese campo de batalla y sus causas e interacciones.

Los tres elementos no pueden ser aislados ni aprendido por separado en ausencia de los otros. Cuando esto ocurre la doctrina se recita sin comprenderla realmente y esperando de ella predictibilidad y dirección, con lo que se la transforma en un dogma que la vuelve inservible. La función de la doctrina es establecer un lenguaje común que facilita el proceso de pensamiento militar que crea la teoría sobre la que se funda la doctrina. El circuito se muestra así como un proceso permanente de evolución, desarrollo y perfeccionamiento.

Para completar la conceptualización del pensamiento militar nos resta delimitar su objeto de estudio, los objetivos que científicamente persigue y el método de validación que emplea sobre sus hipótesis, teniendo en cuenta que tales atributos son también los de las ciencias militares.

El pensamiento militar refiere al mundo fáctico, específicamente al universo de los hechos de guerra. En ese contexto la guerra es su objeto de estudio y como tal es un hecho con existencia propia con autonomía respecto de quien la piensa y estudia aun cuando se manifiesten interacciones entre ellos.

El objetivo del pensamiento militar será entonces la descripción y explicación de la guerra en todos sus niveles y formas, estableciendo verdades materiales o contingentes, es decir afirmar el modo de ser de hechos que no son imposibles ni necesarios, sino posibles pues refieren a verdades de hecho y no de razón. En ese sentido las teorizaciones del pensamiento militar son provisionales -aunque tengan validez por siglos-, por ello rebatibles y evaluables estadísticamente; ello implica que no hay un pensamiento militar de valor absoluto y eterno.

Coherente con el último párrafo es el modo de validación del pensamiento militar. Por tratarse de un área de las ciencias fácticas o humanísticas a partir de las consecuencias de las observaciones practicadas sobre los hechos bélicos elabora hipótesis y conjeturas de trabajo. Tales hipótesis evalúan su propia adecuación al espacio de realidad que se estudia. Un resultado favorable sometido a pruebas de estadística y falsabilidad será siempre provisorio sujeto a corrección y revisión.

Estas características del pensamiento militar nos llevan a reiterar su condición de proceso permanente, como lo es la guerra misma. La forma de construcción de ese proceso implica una necesaria observación del objeto; la herramienta que aporta más a esa tarea es la historia militar. “La teoría militar era entonces la simple síntesis de los mejores modelos militares del pasado cultural conocido” dirá Azar Gat[3]; aunque no sea tan así es una buena aproximación. El pasado, reciente o no, aporta la base de datos empíricos sobre las prácticas militares y los datos intelectuales de los estudios militares. Esa información presenta por un lado la prueba de validación y falsación de teorías pasadas y sus resultados; por el otro aporta datos concretos sobre los hechos bélicos, con esta base se reafirman, corrigen o desechan teorías y postulados mientras también se crean nuevas. Las teorías nuevas y viejas en uso receptadas en la doctrina son luego puestas a prueba de validez de dos formas: una teórica que comprende la crítica y el análisis, los ejercicios de carta y de terreno, los juegos de guerra, etc., y otra empírica que es su puesta en uso en la guerra misma donde, como con toda teoría científica, se validan y falsean contra la realidad[4].

El pensamiento militar como proceso es omnipresente frente a cualquier análisis, y así es como debe ejercerse; es un error suponer que se puede alcanzar un estado satisfactorio y estable de pensamiento militar. Así como la guerra es el fenómeno humano más moderno en su ejercicio, así el pensamiento militar debe estar a la vanguardia del desarrollo posible. Cierto es que no siempre es así, que hay estancamientos y errores, que muchas veces las naciones y sus ejércitos se aferran a modelos superados o inadecuados, pero eso no puede torcer la naturaleza del pensamiento militar.




[1] van Creveld, M. (2000). War and Military Thought. Londres: Casell.
[2] Palazzo, A. (2008). From Moltke to Bin Laden. Canberra: Land Warfare Estudies Centre.
[3] Gat, A. (1989). The origins of military thought. Oxford: Clarendon Press.
[4]Hawking, S. (2005). Brevísima historia del tiempo. Madrid: Crítica.
©2014. Jorge Ariel Vigo

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