Las ideas tácticas de Erwin Rommel las conocemos por sus acciones durante la Segunda Guerra Mundial, pero mucho más por su libro de 1937 “Infantrie Greift An” (Ataques de la infantería) donde relata sus experiencias durante la Primera Guerra Mundial. Este libro que tiene un indudable contenido autobiográfico, también comporta una exposición de su comprensión de la táctica y de sus ideas sobre el combate y su conducción. Existe también un documento, el “Panzer Greift An” (Ataques de Tanques), que se supone iniciado en 1938 cuando era comandante de la Academia de Guerra en Wiener Neustadt (Academia Militar Teresiana), lamentablemente nunca lo completó. Sin embargo existe otra fuente de los pensamientos militares del genial Generalfeldmarschall.
En 1935 escribió un pequeño volumen de ejercicios tácticos titulado “Gefechts - Aufgaben für Zug und Kompanie: Ein Handbuch für den Offizierunterricht” cuya traducción sería “Batalla - ejercicios de pelotón y compañía: Un manual para la instrucción del oficial”.
Este manual de instrucción del que todos hablan pero que tiene muy poca circulación pública y es conservado en algunas bibliotecas como la de la universidad de Stanford, contiene ideas no sólo tácticas sino que también sobre la preparación del oficial y tal vez sea ésta su principal virtud.
Rommel como profundo conocedor de la guerra sabía que lo
único predecible en un conflicto armado es que todo es impredecible. Esta
situación hace que las ciencias militares, entre ellas la táctica, deban mantenerse
lo más actualizadas que se pueda. En tiempo de paz esto resulta bastante
sencillo y muy posible de lograr, en tiempo de guerra el seguimiento de la
evolución de las artes bélicas resulta casi imposible por lo que las tareas en
este sentido ejecutadas en la paz resultan fundamentales si se desea tener unas
fuerzas armadas capaces y eficientes. Esta idea es compartida por el Mariscal
Ferdinand Foch en “Les Principes de la guerre” de
1903: “La réalité du champ de bataille est que l'on n'y
étudie pas: simplement on fait ce que l'on peut pour appliquer ce que l'on sait”.
En igual sentido se expresaba el General William Slim: “los
generales a menudo han sido reprochados de haberse preparado para la última
guerra en lugar de para la próxima, una burla fácil cuando sus compatriotas y
sus líderes políticos, muy frecuentemente no se han preparado para ninguna
guerra en absoluto. La preparación para la guerra es cara, un negocio oneroso,
sin embargo, hay una parte importante de ella que cuesta poco: el estudio”.
Esta perspectiva de las acciones bélicas conlleva la idea de
la dificultad de la enseñanza profesional especialmente en el campo frágil de
la táctica. Por una parte las armas, recurso fundamental del arsenal de la
nación, pueden alcanzar una rápida obsolescencia luego del comienzo de las
operaciones, y aún más algunas pueden demostrar que siempre fueron inútiles,
incompetentes, nulas y particularmente un desperdicio de recursos. Ello indica
que el aprendizaje del empleo de armas deba ser específico –sobre las armas
disponibles- pero al mismo tiempo amplio para formar un conocimiento general
que permita rápidamente cambiar los equipos y aprender a manejarlos. Algo
similar resulta con los procedimientos tácticos, aquello que hasta hoy
resultaba eficaz puede fracasar en el próximo combate. Del mismo modo que con
las armas el estudio también debe ser específico sobre la doctrina actual pero
debe incorporar el conocimiento amplio de la ciencia táctica para poder construir
nuevas soluciones de combate cuando las viejas dejen de funcionar.
Estas ideas parecen ser las que guiaron a Rommel cuando
escribió su manual de 1935, que fue tan aceptado que aún en 1945, a fines de la
guerra seguía publicándose. Curiosamente el libro se concentra sobre unidades
de infantería y no sobre tanques, es más en algunos ejercicios los tanques los
tiene el supuesto enemigo. Es probable que los ejercicios con blindados los
reservara para su “Panzer Greift An”.
El manual comprende ejercicios que van desde acciones del
nivel de pelotón (sección en el Ejército Argentino) hasta el asalto realizado
por una compañía de infantería con apoyo de las armas orgánicas del regimiento
y de artillería. Lo notable es que no plantea una “solución correcta” en cada
ejercicio, por el contrario cada etapa del trabajo es acompañada con una “solución
posible” que principalmente trata de guiar al estudiante a la siguiente etapa
del problema. El manual tampoco comprende un sistema de “calificación” del
estudiante por sus respuestas; la evaluación es considerada un proceso
subjetivo y circunstanciado a los hechos y los fundamentos empleados por lo que
se deja enteramente a la discreción y capacidad del oficial instructor.
La falta de “soluciones de cátedra o de escuela” no responde
al absurdo de la educación moderna que pretende decirle al alumno que tiene
razón cuando está equivocado bajo el criterio idiota de que lo contrario podría
dañar su “frágil psique”. Por el contrario la falta de resoluciones
prefabricadas hacía mucho más exigentes las tareas de resolver los ejercicios;
el estudiante no sólo debía llegar por su cuenta a una solución sino que debía
explicar el razonamiento detrás de la decisión tomada.
Esta forma de exponer la enseñanza es reflejo de la actitud
profesional de Rommel en su propia carrera. Una prueba de ello es la rapidez
con la que comprendió las teorías sobre la lucha blindada y su aplicación
cuando el 6 de febrero de 1940 recibió el mando de la 7ma División Panzer.
Entrenó la división enseñando y aprendiendo el uso de blindados. En mayo de
1940 durante la campaña de Francia la división se convirtió en la “División
Fantasma” alcanzando un alto grado de eficacia. Lo mismo hizo con las unidades
que le fueron confiadas en el norte de África y en Normandía. El cambio ágil y
certero de sus orígenes en la infantería hacia los tanques y luego al comando
de grandes unidades es muestra de su visión amlia del conocimiento en ciencias
militares.
Aunque las formas de la guerra acorazada no fueran las
mismas que las del combate de infantería, Rommel fue capaz de moverse entre
ellas y adaptarlas. Su manual y las ideas que proyecta muestran que él no
consideraba la guerra en términos de “reglas” – no empleaba siglas nemotécnicas
para que se recordaran los “principios de la guerra”-. Por el contrario veía la
lucha en términos de imágenes y relaciones, como una “teoría general del
combate” que debía comprenderse e internalizarse más que memorizarse y
repetirse. Una idea tan sofisticada que superaba su expresión en palabras.
Una teoría de este tipo comprende constantes como la
conducta humana, la influencia del terreno y el clima, las condiciones de visibilidad
por ejemplo, y muchas variables como los valores relativos de fuego y maniobra,
la relación relativa del poder de combata y la correlación entre el ataque y la
defensa entre otras. La aplicación de la teoría en casos concretos implica
construir una ecuación que integre las constantes con los valores de las
variables que permita tomar una decisión provechosa. Esta capacidad en Rommel
es probablemente lo que se llamaba Fingerspitzengefühl, la intuición
perspicaz para comprender cada situación táctica que se presenta y tomar
decisiones sobre ella con rapidez y eficacia. Tal intuición es producto de su
manera de interpretar el combate.
Durante la campaña de Francia la conducta de Rommel puso de
manifiesto esa manera de pensar. El 21 de mayo de 1940 ingleses y franceses
proyectaron un contrataque a la profunda penetración alemana, el lugar de la
acción sería alrededor de la ciudad de Arrás en Francia. El mayor problema que
enfrentaba Rommel eran los tanques ingleses “Matilda” que poseían un blindaje
tal que ninguno de los cañones de los tanques alemanes podía penetrar. Cuando
los tanques británicos alcanzaron una penetración tal que amenazaba las zonas
de retaguardia de la 7ma División Panzer Rommel decidió emplear sus cañones
antiaéreos de 88 mm contra ellos. La potencia de estos cañones era tal que el
ataque inglés fue detenido inmediatamente. El empleo de los 88 mm se convirtió
en un sello de la conducción táctica de Rommel que repitió su empleo en África.
Cabe preguntarse por qué los ingleses que poseían un cañón
similar, el antiaéreo de 3,7 pulgadas, no los emplearon para reforzar la capacidad
de fuego en la lucha antitanque. La respuesta se encuentra en la forma en que
los oficiales británicos habían sido instruidos. Se les había enseñado la
guerra en términos de máximas de reglamento, definiciones cuidadosamente
redactadas y memorizadas y reglas que no podían obviarse. Bajo esta educación
era imposible que se les ocurriese emplear un cañón antiaéreo para dispararle a
algo diferente a un avión, de hecho si alguien lo hubiera propuesto habría sido
tratado de ridículo y poco profesional.
Las armas frecuentemente tienen características no
explotadas que con tiempo suficiente los ejércitos descubren cuando aprenden de
los errores cometidos en combate. Pero para que ello ocurra es necesario poseer
la suficiente flexibilidad intelectual para comprender y aprovechar esas
características ocultas, ese estado de mente se aprende con la educación de los
oficiales. Esta educación amplia y flexible es esencial para formar oficiales profesionalmente
aptos y capaces para participar en una guerra con éxito. Un arma nueva nuevas doctrinas
tácticas pueden hacer obsoletas nuestras
armas y doctrina en muy poco tiempo. De esa situación se sale solamente cuando
los oficiales han sido instruidos para sobreponerse a la pérdida de los viejos
presupuesto y preconceptos del combate, y para ser capaces de crear nuevas
soluciones frente a las inesperadas condiciones que la lucha plantee. Claro que
proveer de semejante educación no es tan fácil como la que se basa en la
memorización estática de procedimientos, pero el esfuerzo de preparar oficiales
capaces de crear sus propias soluciones es el único camino que lleva a la
victoria.
Para ilustrar el tema veamos un caso del manual de Rommel.
La situación es la siguiente: el estudiante es jefe de la tercera
sección de una compañía de infantería en la función de vanguardia para el
regimiento. La compañía está reforzada por dos ametralladoras pesadas (Maxim) y
un cañón antitanque. La fuerza avanza hacia el este.
El jefe de la compañía llama al estudiante y le informa que una
patrulla de caballería ha encontrado un enemigo débil en el pueblo H a 5 km por
delante. Luego ordena desplegar la compañía,
la segunda sección y las tropas de servicio de la compañía hacia la derecha, la
tercera sección a la izquierda de la carretera. La sección de ametralladora
pesada sigue a la compañía en el camino a una distancia de 300 metros. La
segunda sección queda bajo el mando del jefe-instructor.
Ahora corresponde al estudiante dar la orden a su tercera
sección de manera apropiada a la situación. La "solución posible" proporcionada por Rommel es
la de dar la siguiente orden a la sección: "Dirección de marcha la
izquierda dela camino. Sección en formación de cuña. Intervalo amplió".
Después de este despliegue propuesto Rommel genera la oportunidad para que el
jefe de sección (estudiante) se reúna con los jefes de grupo para comunicarles la
situación propia y del enemigo, y disponer de la seguridad.
Lo importante es que la “solución posible” de Rommel no es
la única ni obligatoria, sin embargo contiene lo que cualquier otra solución
debe proveer: dirección de marcha, formación de la sección, forma del
despliegue, puesta en comunicación de la situación a los jefes subordinados y
establecimiento de la seguridad. Una buena educación militar producirá
oficiales capaces de establecer identificar esas condiciones y montarlas en
diversas formas que las satisfagan.
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